Este proceso evolutivo ha dado paso, tal como señala Morokoff (2000), a una serie de creencias sociales relativas a cómo deberían ser las mujeres. Entre estas, existe un conjunto de ideas dominantes, presentes no solo en España sino en varios países de occidente, que conciben que las necesidades emocionales y físicas de los hombres han de ser satisfechas por las mujeres. Este tipo de ideas se denominan estereotipos de género y son aquellas que permiten explicar la presencia del acoso sexual y por motivo de sexo.
Cuadrado-Guirado (2007) las describe como aquellas creencias compartidas socialmente referidas a aquellas características que son propias de los hombres y de las mujeres. Debido a que están asociados a una dimensión prescriptiva marcan como debe relacionarse las mujeres en sociedad. Este tipo de creencias operan a su vez en el mundo laboral y limitan tanto a las mujeres como a los hombres. En el caso de ellos definiendo jerarquías entre "los verdaderos hombres" respecto a los "hombres que no son reales". Los hombres verdaderos según este esquema de creencias son aquellos que ocupan la cúspide de esta jerarquía y son aquellos que ganan los concursos de masculinidad.
A continuación, compartimos algunos de los estereotipos más extendidos tanto referidos a las mujeres como a los hombres:
Qué se espera de un hombre
En el marco laboral en el que existen concursos de masculinidad, se espera que los hombres sean violentos, asertivos, independientes, ambiciosos, competitivos y fuertes.
Qué se espera de una mujer
En un trabajo en el que exista un concurso de masculinidad se esperará que las mujeres sean sensibles, inocentes, débiles, inseguras, crédulas, inciertas e indecisas. Bajo este paradigma por otro lado, ninguna de estas características deberá estar presentes entre los hombres si quieren ser considerados un "hombre de verdad" (Berdhal et al., 2018).
Este conjunto de estas creencias es producto de un aprendizaje que se ha adquirido de generación en generación y que están hondamente arraigadas en la sociedad. Condicionan la forma de comportarse y relacionarse en la sociedad. Cumplen la función de mantener el orden establecido. Todo aquello que se salga de esta norma, según el grado de apertura o cerrazón social, puede ser castigado. Estas creencias se han ido construyendo a lo largo del tiempo y lo han hecho tomando en consideración los rasgos, los roles, las ocupaciones o las características físicas de las mujeres. Lo cual ha contribuido a que se creen estereotipos de género, los cuales asignan a la mujer un carácter tierno, sumiso y no violenta, algo que han llevado a que la mujer analice y canalice la violencia con frialdad para adecuarse a este estereotipo. A nivel laboral, la dominancia de estas creencias permite la presencia de una masculinidad hegemónica colocando a la mujer en un rol pasivo (Berdhal et al., 2018). Este tipo de espacios afecta tanto a las mujeres, como aquellos hombres o personas que están fuera de esta norma.
En un estudio realizado por Moya y Moya (2021) entre 1985 y 2018 se puede apreciar que existe una evolución en los estereotipos de género en lo referido a la distribución de tareas por género. En la actualidad en España se acepta que las mujeres puedan llevar a cabo las mismas tareas que los hombres. Una situación que si bien supone un gran cambio también pone sobre la mesa una problemática, la diferencia retributiva entre hombres y mujeres. Las mujeres perciben 17.8 % de salario menos que los hombres. Un dato preocupante puesto que esta diferencia de ingresos no solo repercute en su economía actual sino en su futura pensión de jubilación.
Esta píldora formativa está extraída del Curso online de Sensibilización en acoso sexual y por razones de sexo.
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