El sueño representa un estado neurológico complejo en el que el cerebro ejecuta una serie de funciones vitales que son esenciales para el mantenimiento de la salud cognitiva y física. Estas funciones se pueden clasificar en dos fases principales: REM (Rapid Eye Movement) y NREM (Non-Rapid Eye Movement), cada una de ellas con patrones de actividad cerebral distintivos y funciones críticas para el bienestar.

Fase NREM

Compuesta principalmente por el sueño profundo, la fase NREM ocupa la mayor parte del ciclo de sueño, aproximadamente entre el 75-80%. Durante esta fase, el cerebro muestra una disminución significativa en su actividad metabólica, manifestada por ondas delta de baja frecuencia y alta amplitud. Este ambiente neural es propicio para procesos restaurativos vitales como la consolidación de la memoria a largo plazo, la reparación de tejidos y regeneración celular. Es en esta fase donde el cuerpo ejecuta la mayor parte de su recuperación física y mental, subrayando su importancia para el aprendizaje y la recuperación muscular y tisular.

Fase REM

A lo largo de la noche se intercala con los periodos NREM y se caracterizada por una actividad cerebral intensa que se asemeja a la vigilia, la fase REM es fundamental para el procesamiento y consolidación de las memorias emocionales y procedimentales. Es en esta fase donde ocurren los sueños más vívidos, acompañados de una parálisis muscular temporal que impide que se actúen los sueños. Este estado facilita el procesamiento emocional y la integración de experiencias nuevas con conocimientos previos, crucial para el aprendizaje y la adaptabilidad emocional.

Sabias que... hay una relación directa entre neuroplasticidad neuronal y el sueño

Una observación fascinante es cómo el sueño contribuye a la neuroplasticidad, un proceso por el cual nuestro cerebro se adapta y cambia en respuesta a nuevas experiencias. En particular, el sueño favorece la neurogénesis posnatal y mejora la plasticidad adaptativa, lo que refuerza nuestra habilidad para aprender y adaptarnos a cambios en nuestro entorno.

A nivel neuronal, el ciclo del sueño está regulado por intrincados sistemas neuronales que incluyen al hipotálamo, el tronco encefálico, y la corteza prefrontal, entre otros. Estas estructuras, en conjunto con neurotransmisores clave como la serotonina, norepinefrina y acetilcolina, gestionan las transiciones entre las fases del sueño y la estabilidad de los estados de vigilia.

Por ejemplo, durante las etapas iniciales de NREM, la actividad del sistema nervioso simpático disminuye, permitiendo así una reducción en la frecuencia cardiaca y la presión arterial, mientras que en REM, estos parámetros pueden variar drásticamente debido a la intensificación de la actividad cerebral. Investigaciones han demostrado que alteraciones en estos patrones de sueño están asociadas con diversas condiciones de salud, como enfermedades cardiovasculares y trastornos del ánimo.

Las alteraciones en los patrones de sueño o la privación del mismo tienen vínculos comprobados con un espectro de afecciones de salud que incluyen desórdenes metabólicos, cardiovasculares y psiquiátricos. La neurociencia del sueño proporciona insights valiosos sobre cómo las intervenciones dirigidas, como la mejora de la higiene del sueño, pueden mitigar estas consecuencias, destacando la importancia de priorizar el sueño en la rutina diaria.
En contextos laborales, especialmente aquellos con horarios atípicos, este conocimiento es crucial para diseñar estrategias que preserven la salud del sueño y, por ende, la salud general y el bienestar.
En el caso de los trabajadores de turno, por ejemplo, a menudo experimentan interrupciones en el ritmo circadiano, lo que puede llevar a trastornos del sueño y a una disminución en la calidad de vida.

 

Esta píldora formativa está extraída del Curso online de Salud del sueño: el secreto para una vida plena y saludable.

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