Los servicios sociales han ido evolucionando según los cambios socioeconómicos, adaptándose a nuevas problemáticas y figuras que se alejan de la histórica figura del pobre, huérfano y viuda.
Detectar y comprender qué tipo de usuarios existen, sus características y causas de exclusión y vulnerabilidad, nos ayuda a tomar mejores decisiones, diseñar nuevos servicios y mejorar la calidad de vida de las personas.
Los menores de edad se encuentran en una etapa de dependencia, de desarrollo físico, psicológico, intelectual, emocional y social. En esta fase, son vulnerables y necesitan de cuidadores que les ayuden a valerse por sí mismos.
Los servicios sociales intervienen cuando el cuidado del menor fracasa y queda en desamparo.
Entre las causas por las que los progenitores o tutores no pueden garantizar su cuidado encontramos:
Los ámbitos que deben tenerse en cuenta en la intervención de los servicios sociales son: a) necesidades básicas para un buen crecimiento físico; b) educación y escolarización para el desarrollo intelectual; c) vínculos con otros familiares y redes de apoyo a fin de mejorar emocional y socialmente.
Un fallo en estos ámbitos puede producir en los menores fracaso escolar, actitudes antisociales, dependencias a sustancias tóxicas, exclusión social, etc.
El modelo utilizado es el de "acompañamiento", centrándose en el proceso de maduración del menor a través de una agenda.
Las personas mayores se vuelven vulnerables como consecuencia de una enfermedad o deterioro natural de la edad. En distinta medida, no son capaces de realizar actividades de la vida diaria y necesitan ayuda de un tercero.
Los servicios sociales intervienen cuando las personas mayores no cuentan, por distintos motivos, con el apoyo de una red familiar o social o necesitan de unos servicios especiales.
Ejemplo:
El modelo que se utiliza es el "centrado en la persona" trabajando, desde una perspectiva individual, el desarrollo de sus capacidades. Se pretende fomentar la autonomía personal y mejorar la calidad de vida. Este colectivo entra en el grupo de personas dependientes.
"Diversidad funcional" es el nombre que se da a las personas que no pueden tomar decisiones por sí mismas o no poseen la capacidad de llevar una vida independiente y autónoma.
Los servicios sociales intervienen cuando este tipo de personas necesitan servicios o recursos especiales, ayudas de un tercero o un tutor.
El modelo utilizado inicialmente era el médico-rehabilitador hasta evolucionar al modelo biopsicosocial. Actualmente se considera que la discapacidad debe abordarse no solo a nivel médico, sino también humano, adaptando el entorno, garantizando los derechos, proporcionando los recursos necesarios y creando políticas de no discriminación. Se trata de que puedan realizarse como personas y llevar una vida independiente y no institucionalizada.
Forman parte del grupo de personas dependientes.
Este grupo de personas están en una situación de vulnerabilidad al no contar con los recursos suficientes para subsistir.
Los casos de personas en situación de pobreza han variado con el paso del tiempo adquiriendo perfiles nuevos:
Jóvenes
Mayores de 45 años. Son personas desempleadas de larga duración, sin derecho a subsidio de desempleo y con cargas familiares.
Mayores de 65 años
Personas en edad laboral
Personas marginadas o excluidas
Personas desahuciadas o que han perdido todo en catástrofes
La situación de pobreza no es solo un problema del que lo sufre, también es un problema social por cuanto produce una fractura en la convivencia. Cuando se trata de sobrevivir, los valores morales y el concepto de justicia cambian, dando paso a la frustración, la ira y la violencia.
Las víctimas de violencia dentro de la familia, grupos o etnias merecen la intervención de los servicios sociales por su vulnerabilidad frente a situaciones que afectan a la integridad de la persona. Los factores más destacados a la hora de actuar son los siguientes:
El modelo de acompañamiento centrado en la persona es esencial puesto que la víctima necesita de profesionales que la asistan a nivel médico, jurídico, psicológico y social.
Para vivir en un país y tener el estatus de ciudadano es necesario una serie de requisitos legales. En caso contrario, no se adquiere ningún derecho fundamental. Sin embargo, como deber moral tenemos la obligación de tratarlos de forma humanitaria. El problema radica en que las personas que huyen de la pobreza, la guerra o la persecución (ideológica, racial, sexual, etc.) son un asunto político alejado de los servicios sociales donde es difícil tomar decisiones. Los distintos profesionales se ven en la encrucijada de socorrer a este grupo de personas a pesar de saber que las leyes no les respaldan.
Sin embargo, la inmigración también es un problema social por cuanto provoca rechazo. La imposibilidad de no integrarse en la sociedad crea marginación, segregación, pobreza y violencia. Para evitar esto, el modelo de acompañamiento centrado en la persona nos ayuda a estabilizar la situación y conseguir un empoderamiento que restablezca la dignidad.
Esta píldora formativa está extraída del Curso online de Deontología en los Servicios Sociales.
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