Como ingenieras e ingenieros de software, creamos aplicaciones que se ejecutan en servidores, alojados en Centros de Proceso de Datos (CPDs), conectando a usuarios por medio de una red, y (obviamente) consumiendo (mucha) electricidad. El hecho de que la contaminación ambiental de lo digital sea invisible hace que el sector esté aún despertando y concienciándose respecto de su responsabilidad en el problema, cosa que no ocurre en otros sectores, como la industria, la automoción o la aviación, a pesar de que como decíamos, se prevé que la huella medioambiental de lo digital sea la que tenga un crecimiento más alto en el futuro cercano.
El sector de la tecnología y las telecomunicaciones genera aproximadamente el 5 % de las emisiones mundiales de CO2, el doble que todo el sector de la aviación, y se espera que esta cifra aumente hasta el 14 % para 2040. Las emisiones de los equipos de red son incluso más altas que las de los centros de datos, y los proveedores de redes y centros de datos no son transparentes a la hora de ayudar a las organizaciones a realizar un seguimiento de las emisiones que sus sistemas generan.
El cuerpo físico de Internet necesita de muchas industrias -entre ellas la minería, ensamblaje, centros de datos, infraestructura de cables, satélites, basura electrónica, y componentes- que demandan considerables cantidades de energía, además de minerales cuyos procesos de extracción son complejos y contaminantes. Es urgente dirigirse hacia una economía circular de lo digital, poniendo el foco en la reutilización de componentes, la estandarización del hardware para alargar su vida útil, procesos de recuperación eficiente de residuos y técnicas de codificación y diseño sostenible de nuestra solución.
Se muestran a continuación algunos casos concretos como ejemplo:
Se almacena información repetidas veces o muy lejos del lugar en que los datos se producen y se procesan.
Falta de estándares o soluciones que faciliten el reaprovechamiento de los dispositivos. Se prima el ciclo de vida corto.
Poca claridad en el consumo energético y de otros recursos por parte de los hiperescaladores (AWS, Azure, Google Cloud) y resto de proveedores de servicios de cloud.
Se desestima el consumo de las comunicaciones, y siempre se considera preferible el almacenamiento y procesamiento masivo en centros de datos. El hecho de que por nuestro ordenador no sale un humo negro, al contrario de por nuestro coche, hace que nos resulte difícil imaginar la proveniencia y magnitud de la contaminación producida por las TICs.
Cuando conectas tu smartphone a un enchufe, consume una cantidad insignificante de energía en comparación con otros aparatos electrónicos del hogar. Sin embargo, al agregar la cantidad de electricidad que se necesita para mover datos a través de redes para entregar un total de, digamos, una hora de video a su teléfono inteligente o tableta cada semana, y en un año suma más energía que la de dos neveras de bajo consumo enchufadas durante un año.
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Falta de conocimiento de técnicas de Green Coding. La mera elección de un lenguaje de programación u otro, puede tener un impacto en el consumo de energía.
La sostenibilidad medioambiental se suele medir en emisiones de gases de efecto invernadero, es decir, en consumo de energía. Pero hay muchos otros aspecto en la huella medioambiental, como son la contaminación o la mala gestión de recursos naturales. En este contexto, la tecnología se basa en el uso de materias primas esenciales para su evolución, por la que se están creando conflictos políticos. Sin embargo, no hay mucho trabajo en lo que se refiere a la reutilización de dichos componentes tan preciados.
Esta píldora formativa está extraída del Curso online de Desarrollo de software medioambientalmente sostenible (Green Software).
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