Las emociones tienen un impacto real en todas las áreas de nuestra vida y, dependiendo de nuestras competencias emocionales, este impacto puede ser positivo o negativo:
Cada vez son más las investigaciones que dejan clara esta relación. Pongamos dos ejemplos de nuestra vida diaria:
- Supongamos que queremos implantar un nuevo hábito saludable. Para llevarlo a cabo y mantenerlo, necesitaremos un mínimo de motivación y nuestro estado emocional será clave, ya que variará según los imprevistos diarios y tendremos que ser capaces de regularlo para mantener nuestro objetivo.
- Las emociones desagradables que se prolongan en el tiempo (como por ejemplo, ira que se convierte en conducta irascible o agresiva, miedo que se convierte en ansiedad), mantienen unos niveles de activación fisiológica intensos, como podrían ser: elevación de la frecuencia cardíaca, hipertensión arterial, tensión muscular, etc., que a la larga, si no somos capaces de regularlo, producen un deterioro del organismo y nos pueden hacer más vulnerables al desarrollo de enfermedades.
Emociones y vida profesional
Muchas investigaciones han dejado clara también la estrecha relación entre la inteligencia emocional y el éxito profesional, pero parece, según los aportes de organismos como la UNESCO o el FORO ECONÓMICO MUNDIAL, que esta relación será cada vez más estrecha, ya que en numerosos informes sobre el futuro del trabajo, la gestión emocional gana relevancia como una habilidad imprescindible para adaptarse y progresar en entornos inciertos y cambiantes.
Una de las principales competencias emocionales, es el Reconocimiento emocional. Ser capaces de reconocer las emociones, en nosotros mismos o en otros, así como el impacto de las emociones en nuestro comportamiento, es una habilidad fundamental para que podamos desarrollar también empatía y comprensión. Tener una buena relación con nuestras propias emociones, es la base para construir relaciones sanas.
La diferencia entre vivir y sobrevivir
Es posible que hayamos oído hablar de la importancia de las emociones en nuestra vida o leído sobre Inteligencia Emocional, pero hasta que no trabajamos en mejorar nuestra relación con nuestras emociones, lo cierto es que cuando nos enfrentamos a imprevistos y dificultades, lidiamos con las circunstancias como podemos, con la sensación de tener poco control sobre lo que está pasando.
Para entender esta diferencia entre vivir y sobrevivir, nos serán muy útiles los conceptos de Rigidez Emocional y Agilidad Emocional, desarrollados por la doctora en Psicología Susan David en su libro Agilidad Emocional:
Quedarnos enganchados en pensamientos, sentimientos y comportamientos que no nos sirven.
Ser flexible con nuestros pensamientos y sentimientos para poder responder de manera óptima a las situaciones diarias.
Trabajar nuestra Agilidad Emocional trata de aprender a sobrellevar el estrés y los imprevistos, manteniéndonos abiertos y receptivos, se trata de aprender a navegar nuestras emociones sin quedarnos atrapados en ellas y sin que nos aparten de nuestros objetivos, se trata de aprender a calmarnos y, desde la calma, ampliar nuestra perspectiva y ver nuevas opciones.
Esta píldora formativa está extraída del Curso online de Aprende a emocionarte.