Para frenar o minimizar estos efectos se han puesto en marcha acuerdos internacionales como el Protocolo de Kyoto o el Acuerdo de París.
El Acuerdo de París entró en vigor el 4 de noviembre de 2016, una vez que, el 5 de octubre de 2016, más de 55 Partes, que representan más del 55 % de las emisiones globales, habían ratificado el Acuerdo. España depositó ante Naciones Unidas el instrumento de ratificación del Acuerdo de París el 12 de enero de 2017.
El Acuerdo de París cuenta con tres grandes objetivos a largo plazo, recogidos en su artículo 2:
Evitar que el incremento de la temperatura media global del planeta supere los 2ºC respecto a los niveles preindustriales y busca, además, promover esfuerzos adicionales que hagan posible que el calentamiento global no supere los 1,5ºC. Además, reconoce la necesidad de que las emisiones globales toquen techo lo antes posible, asumiendo que esta tarea llevará más tiempo para los países en desarrollo. En cuanto a las sendas de reducción de emisiones a medio y largo plazo, se establece la necesidad de conseguir la neutralidad climática, es decir, un equilibrio entre las emisiones y las absorciones de gases de efecto invernadero en la segunda mitad de siglo.
Aumentar la capacidad de adaptación a los efectos adversos del cambio climático y promover la resiliencia al clima y un desarrollo con bajas emisiones de gases de efecto invernadero.
Asegurar la coherencia de todos los flujos financieros con un modelo de desarrollo resiliente al clima y bajo en emisiones.
Los objetivos de reducción de emisiones a 2030 fueron recogidos en el Marco de Políticas de Energía y Cambio Climático 2021-2030 ("Marco 2030").
Los principales objetivos de dicho Marco 2030 son:
Este período es coincidente con el cubierto por el Acuerdo de París.
La visión estratégica europea a largo plazo de una economía próspera, moderna, competitiva y climáticamente "neutra" y de la propuesta de la "Ley del Clima" europea establece el marco para alcanzar la neutralidad climática de la Unión Europea en 2050.
Según el informe 'Global Carbon Budget 2024' se prevé que las emisiones globales de dióxido de carbono hayan alcanzado un máximo histórico en 2024 y que lleguen a 41.600 millones de toneladas de CO2 (41,6 gigatoneladas), superando los 40.600 millones de toneladas del 2023.
De ese total, 37.400 millones de toneladas de CO2 proceden de los fósiles (carbón, petróleo y gas), un 0,8% más que el año pasado, cuando también se batió récord. El resto, 4.200 millones de toneladas, se atribuyen a cambios de uso de la tierra (como la deforestación), cuyas emisiones, si bien han aumentado este año, en el promedio de la última década han disminuido un 20%.
En el siguiente gráfico se muestra la evolución de las emisiones de CO2 derivadas del uso y consumo de la energía:
Con el fin de reducir las emisiones de CO2 de origen antropogénico se barajan distintas alternativas:
Optar por otras alternativas no basadas en los combustibles fósiles: energías renovables.
Mejorar la eficiencia energética.
Luchar contra la deforestación.
Esta píldora formativa está extraída del Curso online de Eficiencia energética en el ciclo integral del agua (ENAA026PO).
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